Esta fue mi séptima participación en Transvulcania. Tres años participé en la media maratón y los tres últimos había participado en la maratón.
Como quien quiere resistirse al paso inexorable de los años, en cada edición he tratado de mejorar mi tiempo en la carrera. Y… a pesar de lo que se empeña en decir mi DNI, hasta ahora siempre lo había conseguido, tres veces en la media maratón y otras tantas en la maratón. Así las cosas, este año salí con la intención de mejorar mi marca del año pasado: 4 horas y 57 minutos, una marca muy respetable para alguien con las fechas que figuran en mi DNI…
Yo…, todo valiente, salí dispuesto a pulverizar ese tiempo. siete minutos de mejora era mi objetivo. Había entrenado para conseguirlo y consideraba que estaba preparado. ¡Ay, Qué bonita es la ilusión!
En el Refugio de El Pilar, un frío de mil demonios nos hacía temblar a todos mientras esperábamos la cuenta atrás. Cuando empezó la carrera todo fué bien mientras estuvimos bajo el frío, la llovizna, el viento y el terreno embarrado. Los primeros kilómetros trascurrieron según lo previsto mejorando los tiempos de 2017 y sintiéndome muy cómodo en carrera. Pero en cuanto los kilómetros nos alejaron de las nubes y la carrera subía en altitud, empecé a notar los estragos de no haber descansado bien los días previos a la carrera. Sueño, mucho sueño… Todo el rato pensando en dormir, mirando a los lados del camino, no en busca del bellísimo paisaje, sino en busca de un lugar para echar una siesta, puede parecer broma, pero… cuando el cuerpo dice que tiene sueño, ¡no miente! Total, que entre cabezadita y cabezadita, fui perdiendo minutos, hasta llegar al Roque de Los Muchachos con 21 minutos perdidos sobre mi tiempo de 2017. Estaba claro: tenía que olvidarme del objetivo de bajar de 4h 57 min. Fue una bendición darme cuenta en ese momento. El habituallamiento del Roque es un paraíso. Allí me quedé como Ulises atrapado por Calypso durante una hora y media, recostado disfrutando del momento.
Abandonado el objetivo inicial, ya sólo que quedaba decidir si terminar la carrera o retirarme. Fue mi hermana quien me dió el empujoncito que me faltaba para hacer la bajada hasta Tazacorte. Con ella bajé disfrutando de unas vistas que otros años ni me había dado cuenta de que estaban ahí. Aproveché para descubrir nuevos paisajes, saludar a viejos amigos y saborear el calor de un público que da espectáculo en sí mismo. Transvulcania es grande no sólo por los corredores que participan, no sólo por los paisajes sino sobretodo por un público y unos voluntarios que hacen que esta carrera sea única.
No conseguí mi objetivo, la razón parece de risa: el sueño. Pero disfruté de una Transvulcania que no conocía hasta ahora. Una forma diferente de correr, puro disfrute. Y como premio inesperado, mi hermana consiguió colarse como tercera corredora palmera en entrar en meta, con lo que un trofeo acabó cayendo en la familia, una bonita guinda para ten bello pastel.
Transvulcania es una carrera donde todos los miembros de la familia pueden participar. Las familias pasaron el día siguiendo a los corredores a lo largo y ancho de la isla. Hay guaguas gratuitas para los espectadores, lo cual hace que el seguimiento de la carrera sea más fácil. Si corres transvulcania debes estar preparado para encontrarte con público en lugares donde jamás pensarías que podría haber gente viendo una carrera. Tengo que agradecer a mi familia el esfuerzo de haberme seguido en esta carrera en todo momento. Aunque la organización es maravillosa, saber que la familia está ahí siempre es una ayuda.
Para finalizar, un baño en la playa de Tazacorte, dormir un poco más en el paseo y a comer un pescadito con la familia en uno de los restaurantes de la playa. Una buena forma de pasar el día.
Que lindo mensaje David me alegro mucho que puedas disfrutar de esa experiencia. Yo estuve allí de corazón. Un abrazo y nuestra alegría para compartir contigo y los tuyos.